Creo que esta es una buena noche para hablar de algunas varias cosas que plantea la revista Mutantres, próxima a lanzar su segundo número. Y podemos hablar con claridad (dentro de lo que a tientas llamamos "claridad") ya que estamos entre compañeros y amigos de esta nuestra Facultad. Y es precisamente por la Facultad, en relación a las revistas existentes aquí que podemos conversar. De la publicación de creación que conocemos son pocas. Tengo la ligera impresión de que las publicaciones de creación se han reducido considerablemente. A ver, ¿quién menciona una? Ónice creo, si no ya, languidece o ya muere. Yo tengo una en casa y es tan buena y mala como cualquiera. Tiene, como todas las revistas, incluso como en un buen libro de cuentos, unos textos que están más logrados que otros y así, sin problemas. Ya sabemos que el 90 por ciento de todo es una mierda. La otra revista que conozco es Estereograma, pero esta es una revista "seria" que toca temas pendejos, en versión ensayo. Es una revista que respeto y admiro. Como leí en alguna editorial por ahí, pretendieron hacer también creación (la típica huevada de cuento y poesía) pero desistieron porque esto estaba ya muy manoseado, además no querían caer en el típico juego del amiguismo: publico a tus amigos y ellos me publican a mí. Esto, extrapolando un poco, se ve también en el mercado editorial y no hay necesidad de ser un chamán para darse cuenta de esto. Así funciona la vaina. Me gusta Estereograma desde el nombre, aunque francamente no sé lo que significa, pero me gusta como suena. Me gusta que sea pretenciosa, con esos nombres pendejetes de "hipster sanmarquino" (vaya a saber uno lo que pueda significar esta huevaa) que utilizan para dividir las secciones de la revista. Su apuesta es inteligente, silenciosa y atrevida. Bacán. La otra revista que conozco son Los Campos Elíseos, de unos amigos mío de mi propia base. Aunque no es en realidad una revista sino una antología amiguista. Aquí creo que amiguismo, fuera de la mala acepción que todos conocemos, también se puede entender en otra dimensión, una buena: la idea de comunión, es decir, un grupo de amigos que se organiza, financia y discute textos a publicar y se lanza a la palestra; dicho de otro modo, se autogestiona. Eso está bien, eso es positivo. Lo cojudo es cuando sólo se queda en el amiguismo, es decir sólo publica al amigo del amigo y chau. Nada más. No estamos hablando, por siaca, de la calidad de los textos, hablo de la gestión de las revistas. Los Campos Elíseos es una muestra de eso, no pasa nada. Fuera de las revistas que he mencionado no conozco a otra en esta Facultad. En el corto tiempo que tiene Mutantres de vociferar sus peroratas aquí o allá he conocido a otras revistas de otras universidades. De la Villarreal he conocido a Tajo y Egoísmo. Incluso fuimos con los Mutantres a la presentación de los Tajo de su último número, el 5. Es una revista a la que le falta todo pero que a sus integrantes les sobra entusiasmo. Eso está bien sino fuera porque los textos son ingenuos y tontolines, están llenos de erratas y la diagramación es apurada y fea; sin embargo, Tajo tiene videoclips y da entrevistas a medios de comunicación. Increíble pero cierto. Pero, finalmente, Tajo llena un vacío que ha estado así durante mucho tiempo, cubren un espacio de los necesitados por publicar y entusiastas de la literatura. Bien por ellos. Egoísmo es otra revista villarrealina, más ordenada, inteligente y modesta en su presentación que además publica a algunos extranjeros como un argentino y un mexicano que son, creo, lo mejor de la revista. Aunque ni el nombre ni los manifiestos de la revista me gustan, creo que es también una buena nueva revista. Aunque la verdad no sé qué tan nueva es. También conocí a TXT, una revista de la Católica. No es, en sí mismo, una revista literaria sino una revista con algunos temas literarios, y sus temas van desde la sociología hasta la interpretación y rescate de canciones criollas perdidas en el tiempo. A excepción de los que colaboran ahí, la revista es casi un magazine sin demasiada importancia. Se desperdicia, por ejemplo, una entrevista al sociólogo Nelson Manrique con una serie de preguntas que caen en los terribles lugares comunes. No pasa nada. Probablemente Cipriani los financie.
Finalmente, estamos hablando también de publicaciones de gente joven, estudiantes o pretendidos escritores, nada más. No podemos esperar que una revista, con tan pocos recursos y capacidad sea, pues, Hueso húmero o Lienzo o que imite a Las Moradas de Wesphalen. No seamos ilusos pues. Sin embargo, lo que sí podemos exigirles, para evitar caer en los lugares comunes y la mediocridad, es creatividad e información. La creatividad en cuanto a arriesgar siempre de algún modo, por ejemplo en los textos, por ejemplo en la diagramación, por ejemplo en los temas y el tratamiento que les damos: si no vamos a hablar de nada nuevo y sí, por el contrario, vamos a hablar de lo de siempre (incluso esos tópicos de revista juvenil: iconoclastía, rebeldía, alpinchismo, juergas de puta madre, amores irredentos e imposibles, inconformidad, todas esas vainas), hagámoslo creativamente o intentémoslo hacerlo, es saludable. Por otro lado, la información: creo que también habría que estar informado si nos vamos a lanzar a hablar de una tema por más aparentemente sencillo que fuera; es decir, abarquemos un tema en la medida de la información que tengamos sobre ese tema. La gravedad hace el resto.
En San Marcos, que duda cabe, hay un rehuevo de reaccionarios. Yo me desentiendo de todos estos y me cago en ellos como una paloma que defeca sobre ti a cientos de metros de altura pero con la segura convicción que mi mierda se estallará en tu miedosa cabeza. Eso es, finalmente, una reaccionario: un cagado de miedo. Miedo que lo paraliza y lo ancla a un seguro pasado y su literatura andina, sus comadreos con profesores igualmente miedosos y autoridades de la Facultad, su huelepedismo y mediocridad. Cuestionar es muy distinto a ser un reaccionario, hay que tener en claro esto. Creo que un artista, un escritor, es entendido por otro que escribe o crea. La simbiosis es hermosa pero también crítica, distante y cercana, fatal pero productiva, es hermandad y cariño. Así que no vale la pena detenerse demasiado en esta clase de huevas. Yo espero que las revistas literarias abunden en la facultad con creatividad y harta dosis de desahuevina para pretender cambiar ese status quo que está dormido desde hace buen tiempo. Esas revistas de las que hablaban y publicaban algunos de nuestros maestros de la literatura de esta Facultad como Wáshington Delgado, César Calvo, Hinostroza o Alejandro Romualdo, y más adelante Róger Santiváñez por ejemplo.
Las revistas literarias han sido el primer forjador y hacedor de los escritores nóveles y anónimos, digámoslo así: su semillero, su segunda división. Aquí se publicaron por primera vez a casi todos nuestros dioses literarios, de este país o de cualquier otro. Aquí, bajo el agudo, sensible y crítico ojo de Mariátegui o Valdelomar o Wesphalen publicaron sus primeros textos Eielson, Calvo, Hinostroza, Hernández, Cisneros, Verástegui, entre otros capos. Se trata pues, finalmente, de una plataforma para dejar el anonimato y ser un poquito más conocido. Ningún escritor es bueno porque publica en una buena revista, ni malo por lo contrario. Es sólo un medio, un puente, un tránsito. El mejor juez de los textos, ya lo sabemos, es la historia, El Tiempo, así en mayúsculas. En estos tiempos las revistas literarias se extinguen (estamos hablando de las que tienen como soporte el papel) por el uso y difusión más accesible de la internet y su soporte digital. Eso también es bueno y malo a la vez. El uso y abuso de este soporte enaltece y hunde textos como moscas sobre la miel, por la facilidad y gratuidad con la que se consigue. Hay, sin embargo, buenas revistas digitales como Hermano Cerdo o Radiador. Sin embargo, Mutantres se queda en el hermoso y blanco papel y no quiere salir de ahí.
Hermosas palabras pese a las procacidades que dice, en especial de los últimos párrafos, es usted un romántico.
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