lunes, 24 de marzo de 2014

Cusco

Cusco, tienes hambre, carajo.
Y tus poetas y pintores y pintoras y músicos de rock parecen gritar: I love the way we are. Incas no more, please, incas no more.
En francés. O mejor en israelí.
“I am a revolutionaire artist ―but these cusqueian cholos are too far away to understand my work”, diciendo hacen videoartes y halagan y lamen, lamen, lamen, lamen, lamen, lamen, lamen, lamen. Porque nos hemos olvidado, o nos han enseñado a olvidar, que hablaríamos todos quechua, si es que al “primer mundo” no se le hubiera dado la gana de hacernos una broma (un chascarrillo) en la que estúpidamente ―día a día― caemos. Como cuando cae una gotera infinita sobre un bloque de concreto ensangrentado.
Pero, Cusco, quién dice que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón.
Yo toco sus cuerpos cuando sostengo el aire o salto en un pie o doy una vuelta con los abrazos abiertos.
Yo toco sus cuerpos porque amo. El alma galopa, baila. Las costillas son tambores. La espalda es un tambor.
Y amo tanto, carajo, que podría encender esta noche entera. Pero amo tanto, que no quiero espantar a los letrados –que son monos, que seguro explicarían el fenómeno de mi amor luminoso a través de ecuaciones.
Porque, Cusco, nos hemos olvidado, o nos han enseñado a olvidar, que el mundo se entiende de otras maneras. Nos han pintado en la boca con brasas “supersticiones”, “creencias”, “brujerías”.  Nos han enseñado a sentir vergüenza de nosotros mismos.
Imitamos mal.
Imitamos mal.
Y todo lo vendemos.
Cusco.
¡Que me envuelvan las fibras de luz! ¡Que se me acerquen mujeres de rubí! ¡Que se me acerquen los ojos de Rimbaud navegando en lágrimas!
¡Oh, que mi quilla estalle!
Oh, que nos hundamos en el mar de Máncora.
Pero que salgamos con el pecho sacudido.
Y estemos dispuestos a abrazarnos desnudos.
Cusco, tú más que nadie nos pides el gran abrazo universal.
                Quiero curar.
                Quiero curar.
                Quiero curar.
                Quiero curar.
Y aunque todos nos griten: ¡Indios de mierda! ¡Cholos conchadesusmadres! ¡Serranos apestosos! Y aunque todos nos deseen la muerte, que es su muerte
Quién dice que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón.       
                Un atentado de amor
                Un atentado de amor
                Un atentado de amor
                Un atentado de amor
                Un atentado de amor
                Un atentado de amor
                Un atentado de amor
                Un atentado de amor
                Un atentado de amor
                Un atentado de amor

1 comentario:

  1. Jorge Alejandro Vargas Prado (Cusco, 1987) Licenciado en Literatura y Lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Ha publicado, entre otros, Para detener el tiempo (2008, Grupo editorial Dragostea), Kunan pop (2010, Cascahuesos editores) y T'ikray (2013, Grupo editorial Dragostea). Como recopilador y traductor destacan Déjame, otoño y otros poemas de la rumana Ana Blandiana (2008, Grupo editorial Dragostea) y Qosqo qhichwasimipi akllasqa rimaykuna / Antología quechua del Cusco junto a César Itier y Luis Nieto Degregori (2012, Centro Guaman Poma de Ayala). Su trabajo ha sido reconocido con publicaciones a nivel nacional e internacional y con premios en las categorías de cuento, poesía y videopoesía. Actualmente se dedica a la música en su banda Chintatá y lucha por el desarrollo de las lenguas originarias del Perú, en especial del quechua. Este poema es parte del libro T'ikray. Fue traducido al quechua del español por Hayson Challco Cotohuanca y Jorge Alejandro Vargas Prado.

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