viernes, 4 de octubre de 2013

Tukuy allquykunaqa hanaqpachata qhawanku / Todos mis perros miran al cielo*

Todos mis perros miran al cielo
cuando fuman el olvido
y aúllan cuando
se acurrucaban amedrentados en ropa interior en habitaciones sin afeitar
quemando su dinero en papeleras y escuchando el sonido del Terror a través de la pared
el corazón es mi palabra y más que mi palabra soy yo ardiendo de
noche sobre los corazones que aún no han conocido el
amor
y están desesperados gimiendo arrancándose los pelos
y los buscamos desesperados:

«maytaq uywayku
Suwa allqu mistikuna
kunan makiykupi wañunkichis
Kunan manañan
»
que, encarnación de la pobreza envuelta en harapos, drogados y con vacías miradas,
velaban fumando en la sobrenatural oscuridad de los pisos de agua fría
flotando sobre las crestas de la ciudad en contemplación del jazz
gritamos incesantemente: 
«Y no quiero estar solitario, no quiero ni puedo»
el dueño de nuestra piel siempre se dio cuenta que
somos apenas un par de animales
incoherentes gritando vomitando susurrando hechos y recuerdos y anécdotas
y excitaciones oculares y conmociones de hospitales y cárceles y guerras,
intelectos enteros vomitados en deposición integral durante siete días con sus noches con ojos brillantes
porque ya es hora de ir poniendo las cosas en claro y más que nada
empezar a ser uno mismo
un solo obstinado bloque de rabia
y aullar por esos viejos perros que conocimos
en el parque detrás de tu casa
que vagaban sin tino a media noche en el cercado de los ferrocarriles preguntándose dónde ir, y partían, sin dejar atrás corazones destrozados,
que encendían cigarrillos en camionetas camionetas camionetas que traqueteaban a través de la nieve hacia solitarias granjas en la abuela noche
Tú viajas junto a mi lado y soy la yerba por donde vas caminando
sin que se noten tus ojos y tu canto:
«caudalchallaykim
quntaruchkanña
runapa weqenwan
Yakuchallaykim
Quntaruchkanña
»
y en el patio deliro conversando con los que eran tus pasos trazados
sobre la noche
como por la constelación de mis labios sobre la frialdad del vidrio
que daba a tu rostro en el ataúd
no teníamos luz con qué iluminar nuestra pena y
gritamos por todos ellos
que follaban por la mañana por las tardes en las rosaledas
y el césped de los parques públicos y los cementerios
dispersando su semen libremente a quien quisiera viniera quien viniera
y por las tardes
que copulaban extáticos e insaciados con una botella de cerveza
un amante un paquete de cigarrillos una vela y
caían de la cama y continuaban por el suelo pasillo adelante y
terminaban desmayándose contra la pared con una visión del coño supremo y
la eyaculación
eludiendo el último hálito de la consciencia
que endulzaron los coños de un millón de muchachas que se estremecían en el crepúsculo
y al alba se encontraban con los ojos enrojecidos
pero dispuestos a endulzarle el coño a la aurora
exhibiendo relámpagos de culo bajo los graneros y desnudos en el lago
dónde buscamos el aire mientras
tiraron sus relojes desde el tejado para emitir su voto por una
Eternidad fuera del Tiempo
& cayeron despertadores sobre sus cabezas día tras día durante toda una década
que se cortaron sin éxito las muñecas tres veces consecutivas
abandonaron y se vieron obligados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que se estaban volviendo viejos y se echaron a llorar
Yanachallaykiqa
Infiernillupis
penata pasachkan
Kuyay yanallariqa
Puracutipis
tú trabajaste rompiéndote la dicha
durante algo así como ocho meses
en esa casa de peste que llaman casa de cultura
aún cuando todo parecía muerto pensábamos que
vagaban perezosos hambrientos y solos a través de Houston
en busca de jazz o de sexo o de sopa,
y siguieron al deslumbrante Español para conversar acerca de América y
la Eternidad, desesperanzadora tarea,
y así embarcaron rumbo a Africa gritando:
«¡El mundo es santo! ¡El alma es santa! ¡La piel es santa! ¡La nariz
es santa! ¡La lengua y la verga y la mano y el agujero del culo!
¡Todo es santo! ¡todo el mundo es santo! ¡todo lugar es santo! ¡todo
día pertenece a la eternidad! ¡Todo hombre es un ángel!
»
había esperanza porque
la extrañeza de ser dos aves hurgándose el pecho
y corriendo uno detrás del otro entre las matas y bancas del parque
y éramos arrojados fuera de nosotros mismos
y por esto fue que conocí tu ciudad
y me apreté contra ti buscando desesperadamente encontrarme en tus ojos
y amé todas tus cosas
a pesar de
que conducían campo a través durante setenta y dos horas para averiguar si yo había tenido una visión o tú habías tenido una visión para conocer la Eternidad:
«Maypitaq kanki ñoqaykurayku
Wañusqaykimanta
»
Lloqllasaqku ñoqanchispa llapan allpanchista
hapinaykukama; llaqtanchispas llaqtanchispuni
kanankama:
«América te lo he dado todo y ahora no soy nada.
América dos dólares y veintisiete centavos 17 de enero
de 1956.
No puedo soportar mi propia mente.
América, ¿cuándo pondremos fin a la guerra de la humanidad? Vete a que te den por culo con tu bomba atómica.
No me siento bien no me molestes.
No pienso escribir mi poema hasta que me sienta lúcido
»
mientras continúas leyendo 
«Tupac Amaru, Amarup Churi, Apu
Salqantaypa...
»
y yo te escucho aquí sentado abrazándote junto al árbol
bajo la luz de un poste en el jirón Cuzco
parecemos un par de locos gritando en medio de la noche
en la hora de las más graves verdades
reclamo para todos nuestros perros
que devoraron fuego en hoteluchos o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte,
o hacían sufrir a sus torsos los tormentos del purgatorio noche tras noche
por medio de sueños, drogas, pesadillas de la consciencia,
alcohol y verga y juergas continuas
en su soledades circulares
ya nada me pertenece que no sea el poder de llevarte dentro de mí
y lo que bien o mal no quiero
Ya nada me pertenece ni me retiene como un colibrí
en los pétalos de la muerte
«Sapay rikukuni
mana piynillayok
puna wayta jina
llaki llantullayok
»
y no puedo dejar de preguntar a ese otro perro mayor
Qué cosas pienso de ti esta noche, Walt Whitman, porque caminé por las calles laterales, bajo los árboles con dolor de cabeza y consciencia de mí mismo
mirando la luna llena
amanecer y cerrar los ojos
y la cola entre el rabo.



Poema collage aparecido en quechua en la última edición de la revista Mutantres. Con textos de Allen Ginsberg, José María Arguedas y Enrique Verástegui, remezclados por Jorge Castillo, que también filtra textos propios. Traducción arbitraria hecha por Jairo Araujo.

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