lunes, 14 de octubre de 2013

Animalito rockero

Una tarde lluviosa, por un amigo en común, conocí a Gerardo Grande. Poeta lúdico y vital. Aunque siempre el licor es un lubricante social, hicimos amistad rápidamente. Me invitó a presentar la revista Mutantres, previa a la presentación de su libro Animalito rockero seguido por Ana Mata (UANL, 2013) en una casa muy linda y decorada en el centro del DF, donde asistió mucha gente y, sobre todo, las chicas más guapas de la ciudad. Gerardo es lo más parecido a un poeta rockstar, aunque esta frase pueda sonar maniquea. A mi querido Gerardo, le debo muchas cosas que nunca le pagaré, el conocimiento de las ruinas de Teotihuacán, litros de tequila y un sinfín de noches recorriendo la ciudad bajo su inquieto corazón. Ya vendrán las noches de revancha, querido. Me traje algunos libros suyos para amigos, aquí en Lima, también en común. Jorge Bracamonte ha escrito una reseña a modo de evocación de este joven poeta mexicano.


Gerardo Grande, Animal Punk


Los niños perdidos
Pequeños bastardos delirando políticas sanitarias para el amor 
Incendiaron las enciclopedias para no vagar por siempre en la nostalgia de la historia
Procuraron la ceguera entre ellos antes de la llegada embustera del progreso
Kreit Vargas

Recuerdo que hace algunos meses por medio de un amigo (quien no dejaba de insistirme) terminé asistiendo al taller de poesía de Marco Martos, taller dictado en la Universidad San Marcos. Mi presencia en el mencionado taller no hizo más que confirmar mis especulaciones sobre el mismo: él taller era un concilio de poetas reaccionarios y aletargados que me hizo recordar a la escena de los Detectives salvajes en la que los jóvenes leían sus poemas y Álamo se los criticaba hasta que este se cansaba y relegaba su labor a otro, así y así hasta lograr un circulo aburridísimo y abrumador.

No conozco a Gerardo, nunca lo he visto, pero por obvias razones: él vive al norte y yo al sur del Pacífico, sin embargo, en estos tiempos de globalización, no es necesario estrechar las manos con alguien para establecer un vínculo de amistad y fraternidad, las redes sociales a veces logran romper con las fronteras mentales establecidas por los tontos estados y hermanarnos con nuestros pares a distancias enormes, compartiendo poemas y experiencias virtualmente.

Hay poetas que nos producen un gran bostezo y hay poetas que nos vuelan la cabeza, Gerardo es de estos últimos, sus poemas acompañados casi siempre de una performance, le dan a sus versos la misma vitalidad con la que fueron escritos. La poesía de Gerardo Grande es como una buena canción de rock que casi siempre nos coloca en un estado de éxtasis superlativo, nos golpea en la cara y siempre nos está recordando que la poesía es una forma de vida llevada a límite como Rimbaud o como Inverso, aunque muchas veces esta vida termine mal, no importa, no hay miedo o nos lo hemos tragado, sólo ganas de arrojarnos al péndulo de la vida y tambalear hasta caer y regresar más furiosos y vivos que nunca. Cuando uno es joven y despierto a la vida no hay frenos, sólo ganas de avanzar.

Aquel día en el Taller de Martos me deprimió mucho ver a tantos jóvenes (y me refiero a jóvenes de edad) muertos. Párvulos como yo o como el mismo Gerardo, escuchando a un anciano que lo único bueno que alcanzó a decir aquella noche fue: “Me he dado cuenta que los jóvenes, en un principio, buscan la poesía como medio de vida y de socialización, buscan formar vínculos fraternos a través de ella” y después volvió a decirle a los muchachos que leyeran sus poemas y volvió a tratar de corregirlos como Pound hiciera con Elliot, como acortándoles la vida y ellos tan adormecidos en las palabras del “POETA” canónico
, solo se limitaban asentir.

“Yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema” nos dice Jaime Gil de Biedma en un discurso escrito hace muchos años, esta breve frase encajaría perfectamente en Gerardo Grande: vivir la poesía, no limitarla solamente al mezquino papel, sino llevarla a la praxis, aunque a veces nos esperen miles de abismos y la ciudad devore nuestros corazones, aunque a veces arriesguemos todo en esa utopía, pero vivir y escribir sin detenernos, aunque tengamos que pasar ebrios y drogados por sobre los poetas de terno e impasibilidad torpe, aunque se nos vaya la vida en cada palabra y movimiento.

¿Quién dijo que todo está perdido? Hay que agotar hasta la última oportunidad y ya!
“El rock no ha muerto La vida no ha muerto La poesía no ha muerto aunque a veces lo parezca”.

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